viernes, 30 de julio de 2010

San Francisco (vol. 2)

Amanece, que no es poco, en Francisco. La luz entra a raudales por la ventana, y nos recuerda que es hora de despertar. ¿Por qué los americanos no conocen las persianas? ¿O por lo menos las cortinas opacas? Tras desayunar opíparamente (es decir, como Dios) en el buffet del hotel, sopresa, grave dolor estomacal, con la consecuente visita al señor doctor americano que nos ha soplado 200 pavos por una receta. En fin, ¡viva la sanidad americana! Una vez repuestos iniciamos el trayecto de esta segunda jornada franciscana (por cierto, chiste de mi hermano: En San Francisco, ¿la cerveza es franciscana? jejejeje).

Nos acercamos aguerridos al final de Powell, que es donde empiezan los antiguos y famosos tranvías, y de camino observamos en la lejanía una cola de tres pares de cojones para montar en el "Cable car" dichoso. Dicho sea, que como buenos españoles que somos, la expresión vino enseguida..."Ostia, pues va a hacer cola tu p... m...", y en menos de dos minutos descubrimos que en todos los semáforos rojos, el tranvía paraba y te podías montar en marcha, que era precisamente lo que hacía todo hijo de vecino autóctono menos los turistas americanos (les mola hacer cola más que a un tonto un lápiz).



La verdad que el tranvía es digno de ver, funciona con un sistema de inercia que necesita dos personas. Uno es el señor conductor de primera que pasa de tu .... y se dedica a canturrear lo que le viene a la cabeza y otro es el "acomodador-frenador" que manda más que el Papa. Básicamente el acomodador te cobra, te sienta donde más le conviene para el centro de gravedad del tranvía (si no te gusta ... te jodes) y entretanto acciona o libera un freno de inercia trasero que regula la velocidad del tren. Por cierto, no te acerques al freno ni de blas que te muerde el cascabón, porque como se te ocurra liberarlo en mitad de una "cuestecita de bajo gradiente" de estas que se estila por aquí te haces famoso por ser el primer tranvía que atraviesa la velocidad del sonido....



Montados en el tranvía llegamos al Pier 39, un muelle bastante pintoresco lleno de restaurantes y tiendas de souvenirs. ¡Vamos! Un clásico para las turistadas, pero había que verlo.



Con todo, las vistas de Alcatraz desde el Pier 39, y del resto de la bahía, valen la pena.



Y te puedes encontrar curiosidades como esta:



Para acabar el día visitamos el Ayuntamiento de la ciudad y el Civic Center:



Bueno, ya os contaremos más. Besos desde San Paco.

2 comentarios:

  1. Qué suerte¡¡¡¡ ir a pillar una chaqueta porque hace rascaaaa¡¡¡¡ yo también quiero un poco de fresquito por favorrrr¡¡¡

    Me alegro que la estés gozando tanto y que ya nos vayas preparando la ruta que vamos a llevar si podemos ir a verte.

    Lo que tengo muy claro es que en mi estado físico actual, le solucionaba el día al señor ese del tranvía que parece franco battiato, buscando centros de gravedad....

    Besos guapa¡¡¡

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